"Asì ocurre con nuestro pasado. Es trabajo perdido el querer evocarlo, e inútiles todos los afanes de nuestra inteligencia. Ocúltase fuera de sus dominios y de su alcance, en un objeto material (en la sensación que ese objeto material nos daría) que no sospechamos. Y del azar depende, que nos encontremos con ese objeto,antes de que nos llegue la muerte, o que no le encontremos nunca.
(...) me llevé a los labios una cucharada de tè en el que habìa echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo momento en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecì, fija mi atenciòn en algo extraordinario que ocurrìa en mi interior.
Un placer delicioso me invadió, me aisló sin no ción de lo que le causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria (...) dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal ¿de donde podrìa venirme aquella alegrìa tan fuerte? Me daba cuenta que iba unida al sabor del cafè y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debìa ser de la misma naturaleza ¿de donde venia y que significaba? ¿cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago que no me dice más que el primero. Luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve claro que la verdad que yo busco no està en él sino en mì. El brebaje la despertó, pero no sabe cual es y lo unico que puede hacer es repetir indefinidamente, pero cada vez con menos intensidad ese testimonio que no sé interpretar y que quiero volver a pedirle dentro de un instante y encontrar intacto a mi disposición para llegar a una aclaración decisiva.
Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma.Ella es la que tiene que dar con la verdad ¿pero como?. Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se siente superada por sì mismo (...) ¿buscar?. No solo buscar, crear. Se encuentra ante una cosa que todavìa no existe y a la que ella sola puede dar realidad y entrarla en el campo de su visiòn.
Y otra vez me pregunto. (...) Vuelvo con el pensamiento al instante en que tomé la primera cucharada de té. Y me encuetro con el mismo estado, sin ninguna claridad nueva. Pido a mi alma un esfuerzo más, que me traiga otra vez la sensaciòn fugitiva.
Indudablemente lo que asì palpita dentro de mi ser, será la imagen y el recuerdo visual que, enlazado al sabor aquel, intenta seguirle hasta llegar a mì (...)¿llegará hasta la superficie de mi conciencia clara ese recuerdo, ese instante antiguo que la atraccción de un instante idèntico ha ido a solicitar tan lejos, a conmover y alzar en el fondo de mi ser? No sé. Ya no siento nada, se ha parado, quizás desciende otra vez, quien sabe si tornará a subir desde lo alto de su noche. Hay que volver a empezar una y diez veces, hay que inclinarse en su busca.
Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los domingos por la mañana en Combray (porque los domingos yo no salía hasta la hora de misa) Cuando iba a darle los buenos días a su cuarto. Ver la magdalena no me habìa recordado nada, antes de que la probara. Quizá porque, como habìa visto muchas, sin comerlas, en las pastelerìas, su imagen se había separado de aquellos días de Combray para enlazarse a otros más recientes, ¡quizá porque de esos recuerdos por tanto tiempo abandonados fuera de la memoria, no sobrevive nada y todo se va disgregando! Las formas externas, también aquellas tan grasamente sensual de la concha, con sus dobleces severos y devotos, adormecidas o anuladas, habìan perdido la fuerza de expansión que las empujaba hasta la conciencia.
Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más fràgiles, más vivos, más inmatriales, más persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo.
(...)
Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro con agua de porcelana, pedacitos de papel, al parecer informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognocibles, ahí ahora todas las flores de nuestro jardin y las del parque del señor Swann y las ninfas el Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y las iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té."
Supongo que más de uno habrá reconocido el famosísimo escrito de Marcel Proust en Por el camino de Swann, donde nos cuenta sobre una experiencia que tuvo al comerse una madalena mojada de té, sobre el torrente de recuerdos y sensaciones ya olvidadas que provenían únicamente del olor y sabor de esa madalena mojada de té.
¿Y a qué viene esto? Bueno, es que el otro día en el bus -joder, últimamente me pasan muchas cosas en el bus- estaba respaldado contra el cristal como siempre cuando subió una mujer de unos cuarenta años. Yo aprenas me fijé en ella, pero cuando pasó por mi lado, al oler su perfume, una sensación extrañísima se apoderó de mi. En unos segundos, recordé un viaje que había hecho con la família a visitar un parque natural a ver las águilas... unos quince años antes, cuando yo tenía cino, ocho años como muchísimo. Hacía años, y años -quizá estamos hablando de cinco o más- que no recordaba ese viaje... pero de golpe y porrazo, el perfume de esa mujer me hizo viajar en el tiempo, me hizo recordar todas las sensaciones que tuve ese día, pero además no era el poder de un simple recuerdo, era mucho más que eso. Eran sensaciones mucho más vivas, reales y próximas que las de un recuerdo, eran prácticamente tangibles...
Pero duró poco. Tan pronto como vino, ese torrente de sensaciones se fué. Ya solamente guardaba el recuerdo del viaje, de las águilas en el cielo, pero nada más. El recuerdo ya no era tan intenso como antes. Fuí cerca de donde se había sentado la mujer para oler otra vez ese perfume, pero el efecto ya no fué el mismo. Tal y como dice Proust, el recuerdo estaba en mí, no en el perfume, lo que por alguna razón que aún desconozco, esa fragancia lo había despertado desde lo más profundo de mi mente, donde ni siquiera la conciencia es capaz de buscar, y tan pronto como emergió ese recuerdo, volvió a las profundidades para quedarse ahí hasta quién sabe cuándo.
Se me pasó por la cabeza preguntarle a la mujer sobre el perfume, que de dónde lo había sacado, o si había estado quince años antes mirando águilas o vete a saber qué, pero pensé que la situación sería bastante rara e incómoda, y quizás un poco violenta -buneo, quizás no llegaba a los cuarenta, la verdad es que estaba bastante bien... ejem-, así que pensé que mejor no decía nada.
Sea como fuere, algo curioso que me apetecía contar. Es curioso el enorme poder que tiene el olor sobre nosotros, sobre nuestra conciencia. Quizá es porque ataca donde no nos damos cuenta y además lo hace en contadísimas ocasiones. Quizá porque se cuela hasta lo más profundo de nosotros y se queda ahí, esperando, sin ser visto. Quizá porque tras tanto bombardeo acústico y, sobretodo, visual, hemos perdido la capacidad de memoria a largo plazo, de ese tipo de memoria que es como un grabado en piedra, de estos sentidos; al contrario que con el olfato, que cada vez más los alimentos, por ejemplo, son menos aromáticos. Porque la hierba y la piedra mojada por el rocío tienen olor, pero el acero y el asfalto barnizado por el humo y la contaminación no.
No sé qué relación tenía el perfume de la mujer con el recuerdo de águilas volando justo encima de mi cabeza quince años antes, con esas sensaciones de niño viendo esos pajarracos, y no sé porque recordé esas sensaciones sin quererlo y ahora, por más que intento reconstruirlas, fracaso. Pero bueno, estoy contento de esta experiencia, de poder leer a Proust y entender a lo que se está referiendo.
Simplemente quería comentar esto, una especie de anécdota a la que le estuve dando vueltas todo el día.
Saludos!
domingo, 24 de febrero de 2008
miércoles, 20 de febrero de 2008
La vida en un tablero
Fué mi queridísimo abuelo quién me enseñó a jugar al ajedrez cuando yo era pequeñito. Salía de colegio hacía casa de mis abuelos esperando hasta la noche para que mis padres terminaran de trabajar e irme para casa. Pasaba las tardes con mi primo (hola, cusinet!) y demás, y a veces mi abuelo sacaba el tablero y jugábamos unas partidas. Me enseñó a mover las piezas y demás y jamás pude ganarle... bueno, le ganaba, pero uno, a pesar de ser pequeño, no es tonto y sabía que me dejaba ganar. Pero bueno, yo disfrutaba y él también. Poco a poco, ejé de pasar las tardes en casa de mis abuelos para salir con mis amiguetes a hacer tonterías de críos, y más tarde de adolescente idiota. Me despedí del tablero que buneo, consideraba que era un jueguecito como la oca o las cartas: jugar para divertirse y nada más.
Pasaron prácticamente diez años hasta que me volví a encontrar con el tablero otra vez. Estaba ya en la universdad buscando piso en Barcelona cuando encontré uno y tal. Entré, vi la pocilga donde duermo ahora y ví también un tablero de ajedrez en el comedor, tirado en el sofá. Quieras o no, un tablero en un sitio tan deprimente lava la imagen y da caché. Recuerdo que le pregunté a Adrià (hola, capullo!) "¿anda, jugáis al ajedrez?", "erm... sí XD". Ahora pienso en lo raro que es que en el mes o así que hacía que nos conocíamos no me hubiese taladrado todavía con sus teorías idiotas sobre la importancia del ajedrez en la vida y la muerte y demás. Ahora las escucharía con otros oídos, pero se ha vuelto más tonto y ya no se puede hablar con él (toma ya, en la cara!). Días después me iría a vivir a esa pocilga, echaría algunas partidas, y descubriría que era más malo de lo que me pensaba, además de que la suerte no existe en este ¿juego?.
Por esa misma época (la verdad es que no sé cuando fué cuando empecé a entablar -ajaj- relaciones con él) conocería a Daniel Alsina, un compañero de física y buen amigo y grandísimo jugador de ajedrez. De hecho, es -fué- campeón de España sub-18. Y bueno, aunque seguí con mi postura de mirarme el juego con cierta precaución y distancia, poco a poco la pasióno de las dos personas que he mencionado por el ajedrez terminaron conmigo y al final terminé aficionándome.
No fué hasta el verano pasado que empecé a jugar algunas partidas bastante a menudo y al final terminé aceptando a federarme y a jugar un torneo en Sants hacia septiembre. Supongo que aquí fué cuando empezó de verdad todo. Me di cuenta de varias cosas. La primera es que entendí un poquito más sobre cómo iba este juego, sobre lo jodidamente diferente que es jugar una partida larga a una rápida. Después empecé a sentirme seducido por el juego, por su mecánica, por todo lo que lo rodea, por las sensaciones que transmite.
Ahora estoy jugando dos torneos, uno martes y otro viernes, y bueno, a parte de descubrir que soy más malo de lo que esperaba, creo que voy entendiendo poco a poco varias cosas. Voy viendo, poquito a poquito -muy poquito a poquito, de hecho- sobre cómo jugar y demás. Voy descubriendo la complejidad del juego, la belleza. Pero sobretodo, he descubierto la impresionante capacidad para modificar el estado de ánimo de una persona. No entiendo porqué es, pero una partida puede deprimirte o puede dejarte como si hubieses echado un polvazo -yo suelo deprimirme :( XD-. Es curioso, quizá es la inmersión que sufre el jugador durante la partida, sobretodo en las jugdas clave, la sensación de estar caminando encima del filo de una navaja, de poder asestar un golpe clave y no ser capaz e verlo, de que se te hiele la sangre después de una jugada del rival, de ver como todos tus planes de van abajo... o la sensación de superioridad al mirar los ojos del rival en una posición superior, de oírlo suspirar, de oír cómo se retuerce... es la sensación de estar achafando, destruyendo su mente en el tablero. De entender porqué Fischer dijo que el ajedrez es el juego más cruel, ya que el objetivo es aplastar la mente del oponente.
Quiera o no, aunque salga rabiando como un perro después de una mala partida, aunque decida no jugar jamás a la mierda esta, el tablero me llama y yo tengo que acudir... y lo hago a gusto. Lo hago con la esperanza de que esta vez sí, esta vez le voy a dar por culo al capullo que me toque, que voy a jugar con él como si fuese una mosca a la que le quitas las alas para verla sufrir... pero después descubres que este mismo sentimiento de rabia te hace hacer jugadas demasiado pretenciosas, te nubla el juicio y terminas pardendo otra vez... y otra, y otra, y entiendes de que tienes que controlarte, calmarte. Que la desesperación y la irracionalidad no tienen cabida en este deporte.
Y por todo esto me gusta y recomiendo jugar al ajedrez. Porque las sensaciones que produce el ajedrez aún a bajo nivel -¡miradme a mi!- son impagables. Porque luchar contra otra mente en el tablero es algo mágico que seduce y crea adicción. Porque el estado mental que se consigue estando totalmente impicado y dedicado al tablero (cosa que he logrado muy pocas veces y solamente en rápidas en el piso) sólo se puede conseguir con álgebra, Bach o LDC. Porque el ajedrez mola, hostias.
Pasaron prácticamente diez años hasta que me volví a encontrar con el tablero otra vez. Estaba ya en la universdad buscando piso en Barcelona cuando encontré uno y tal. Entré, vi la pocilga donde duermo ahora y ví también un tablero de ajedrez en el comedor, tirado en el sofá. Quieras o no, un tablero en un sitio tan deprimente lava la imagen y da caché. Recuerdo que le pregunté a Adrià (hola, capullo!) "¿anda, jugáis al ajedrez?", "erm... sí XD". Ahora pienso en lo raro que es que en el mes o así que hacía que nos conocíamos no me hubiese taladrado todavía con sus teorías idiotas sobre la importancia del ajedrez en la vida y la muerte y demás. Ahora las escucharía con otros oídos, pero se ha vuelto más tonto y ya no se puede hablar con él (toma ya, en la cara!). Días después me iría a vivir a esa pocilga, echaría algunas partidas, y descubriría que era más malo de lo que me pensaba, además de que la suerte no existe en este ¿juego?.
Por esa misma época (la verdad es que no sé cuando fué cuando empecé a entablar -ajaj- relaciones con él) conocería a Daniel Alsina, un compañero de física y buen amigo y grandísimo jugador de ajedrez. De hecho, es -fué- campeón de España sub-18. Y bueno, aunque seguí con mi postura de mirarme el juego con cierta precaución y distancia, poco a poco la pasióno de las dos personas que he mencionado por el ajedrez terminaron conmigo y al final terminé aficionándome.
No fué hasta el verano pasado que empecé a jugar algunas partidas bastante a menudo y al final terminé aceptando a federarme y a jugar un torneo en Sants hacia septiembre. Supongo que aquí fué cuando empezó de verdad todo. Me di cuenta de varias cosas. La primera es que entendí un poquito más sobre cómo iba este juego, sobre lo jodidamente diferente que es jugar una partida larga a una rápida. Después empecé a sentirme seducido por el juego, por su mecánica, por todo lo que lo rodea, por las sensaciones que transmite.
Ahora estoy jugando dos torneos, uno martes y otro viernes, y bueno, a parte de descubrir que soy más malo de lo que esperaba, creo que voy entendiendo poco a poco varias cosas. Voy viendo, poquito a poquito -muy poquito a poquito, de hecho- sobre cómo jugar y demás. Voy descubriendo la complejidad del juego, la belleza. Pero sobretodo, he descubierto la impresionante capacidad para modificar el estado de ánimo de una persona. No entiendo porqué es, pero una partida puede deprimirte o puede dejarte como si hubieses echado un polvazo -yo suelo deprimirme :( XD-. Es curioso, quizá es la inmersión que sufre el jugador durante la partida, sobretodo en las jugdas clave, la sensación de estar caminando encima del filo de una navaja, de poder asestar un golpe clave y no ser capaz e verlo, de que se te hiele la sangre después de una jugada del rival, de ver como todos tus planes de van abajo... o la sensación de superioridad al mirar los ojos del rival en una posición superior, de oírlo suspirar, de oír cómo se retuerce... es la sensación de estar achafando, destruyendo su mente en el tablero. De entender porqué Fischer dijo que el ajedrez es el juego más cruel, ya que el objetivo es aplastar la mente del oponente.
Quiera o no, aunque salga rabiando como un perro después de una mala partida, aunque decida no jugar jamás a la mierda esta, el tablero me llama y yo tengo que acudir... y lo hago a gusto. Lo hago con la esperanza de que esta vez sí, esta vez le voy a dar por culo al capullo que me toque, que voy a jugar con él como si fuese una mosca a la que le quitas las alas para verla sufrir... pero después descubres que este mismo sentimiento de rabia te hace hacer jugadas demasiado pretenciosas, te nubla el juicio y terminas pardendo otra vez... y otra, y otra, y entiendes de que tienes que controlarte, calmarte. Que la desesperación y la irracionalidad no tienen cabida en este deporte.
Y por todo esto me gusta y recomiendo jugar al ajedrez. Porque las sensaciones que produce el ajedrez aún a bajo nivel -¡miradme a mi!- son impagables. Porque luchar contra otra mente en el tablero es algo mágico que seduce y crea adicción. Porque el estado mental que se consigue estando totalmente impicado y dedicado al tablero (cosa que he logrado muy pocas veces y solamente en rápidas en el piso) sólo se puede conseguir con álgebra, Bach o LDC. Porque el ajedrez mola, hostias.
Springsteen, grande
Es oír esta canción y tener unas ganas irrefrenables de fumar Ducados, fijatetu que tontería, más aún teniendo en cuent que no soy fumador. Podría ponerme a cantar (que también) o a bailar (que ya no) o lo que sea, ¿pero fumar? Estoy tonto perdido.
En fin, sea como fuere, Bruce es Dios.
Vaya, lo qe nació con la iintención de ser un blog dedicado a la atemática y a la físca se está convertiendo, poco a poco, en un puñado de chuminadas... bueno, tienen su gracia y no hay que romperse la cabeza para escribirlas... no, no es excusa, lo sé.
En fin, saludos y tal!
domingo, 17 de febrero de 2008
¡Pero qué monada!
Justo acabo de ver el vídeo en Fogonazos (recomiendo muchísimo este blog) y me ha parecido algo tan entrañable y abrazable que tengo que enseñarlo.
Caray, siempre me habían dicho que los osos polares tienen una mala leche impresionante, pero este parece un osito de peluche. Que monada... aunque vamos, con esas zarpas cualquiera se le acerca.
Y tal. Saludos.
Caray, siempre me habían dicho que los osos polares tienen una mala leche impresionante, pero este parece un osito de peluche. Que monada... aunque vamos, con esas zarpas cualquiera se le acerca.
Y tal. Saludos.
sábado, 16 de febrero de 2008
Dublín
Ha sido un viaje cortito, pero qué le vamos a hacer.
Ya he vuelto de Dublín. El precio que he tenido que pagar es no poder volver a soltar mierda sobre los ingenieros y aeronáuticos en mi vida. Creo que jamás volveré a prometerme nada, aunque el avión en el que viaje empiece a temblar como un poseso dentro de una nube tan densa que no se vean ni las luces de la ciudad de abajo. Es que joder, parece que los cacharros estos se inventen para acojonar a la gente, oiga.
Pero bueno, hablando de Dublín en sí, tengo que decir que es una pocholada de ciudad. Me encanta ese aire pueblerino que se respira, esa sensación de estar en un sitio la mar de agradable, de tener libertad de movimiento, de que el paisaje sea piedra y hierba (ejem), lejos del asfalto y acero de Barcelona... ¡si en Dublín hasta se puede ver el cielo sin tener que hacer el pino-puente! Me gustó mucho la ciudad, sí señor. Además, aprendí varias cosas:
-Que en Dublín las cosas son tres o cuatro veces más grandes de lo que parecen. Ves el spire y dices "no tendrá más de 50 metros". Pero te acercas y tiene 150 como mínimo. Ves un monumento a lo lejos y dices "no tendrá más de 10 metros". Pero te acercas y tiene 60 y pico. Vas al Phoenix Park y dices "hostia, es enorme pero no es para tanto". Pero después miras en el mapa y lo que te pensabas que era el Phoenix Park no era ni la centésima parte de él. Entras a un bar y dices "que bar más enano". Pero caminas y ves que hay otra sala... y otra, y otra... y vuelves a decir "hostia, pues sí que es grande". Pero entonces ves que hay otro piso por abajo y por arriba y se te caen los cojones al suelo. Vas y miras la cartera y dices "uhm, con esto tengo para una borrachera y de sobras". Pero no.
-Que las dublinesas no tienen frío. ¿Cómo puede ser que la temperatura sea de tres grados y TODAS las dublinesas lleven minifalda? Pero mini, mini, eh? Increíble. Y lo contento que estaba yo que fueran así de gua... valientes.
-Que cualquier tópico que hayas podido oír de los irlandeses no es un tópico, es cierto. ¿Que son unos borrachos? Llamarles borrachos es quedarse corto. No es normal ver gente totalmente ebria a las dos del mediodía. No, no es nada normal.
-Que allí la cerveza es el símbolo nacional. El cubata prácticamente ni existe, todo Dios bebe cerveza. Si vas a una tienda de recuerdos, todo son referencias a la cerveza, sobretodo a la Guinness. La fiesta nacional trata de beber como un loco. Que la gente, tanto de 30 como de 50 o 60 años, salga a tomar unas cervezas después (o antes) de cenar es algo normal. De hecho, es algo diario.
-Que el Trinity College puede ser todo lo grande que quieras, pero dudo que los alumnos salgan mejor preparados de ahí que de la UB. ¡Viva la UB! De hecho, ¡viva la Barberán!
-Que los matemáticos en Dublín están literalmente discriminados y maltratados y viven todos prácticamente emparedados en un pequeño rellano de una triste escalera de incendios en una esquina del Hamilton's Building.
-Que eso de que hay que llevar la mitad del equipaje que tienes pensado llevar y el doble de dinero del que creas necesario es realmente cierto.
Y bueno, creo que eso es, en esencia, lo que he aprendido del viaje a Dublín. Y bueno, he disfrutado bastante, quedándome con ganas de repetir y estoy dandole vueltas a la posibilidad de ir este verano (ya que ese Camino de Santiago que tengo pendiente con alguien sé que no se hará nunca... ejem) unos meses a trabajar por ahí a ver que tal... ¿alguien se viene conmigo?
Saludos y besicos a todas las irlandesas (¡y castellonesas!) que quizá -muy quizá, de hecho- lean esto... y besicos también a los ingenieros y a los aeronáuticos. Campeones, que sois todos unos campeones.
PD: Company, et trobarem a faltar!
Ya he vuelto de Dublín. El precio que he tenido que pagar es no poder volver a soltar mierda sobre los ingenieros y aeronáuticos en mi vida. Creo que jamás volveré a prometerme nada, aunque el avión en el que viaje empiece a temblar como un poseso dentro de una nube tan densa que no se vean ni las luces de la ciudad de abajo. Es que joder, parece que los cacharros estos se inventen para acojonar a la gente, oiga.
Pero bueno, hablando de Dublín en sí, tengo que decir que es una pocholada de ciudad. Me encanta ese aire pueblerino que se respira, esa sensación de estar en un sitio la mar de agradable, de tener libertad de movimiento, de que el paisaje sea piedra y hierba (ejem), lejos del asfalto y acero de Barcelona... ¡si en Dublín hasta se puede ver el cielo sin tener que hacer el pino-puente! Me gustó mucho la ciudad, sí señor. Además, aprendí varias cosas:
-Que en Dublín las cosas son tres o cuatro veces más grandes de lo que parecen. Ves el spire y dices "no tendrá más de 50 metros". Pero te acercas y tiene 150 como mínimo. Ves un monumento a lo lejos y dices "no tendrá más de 10 metros". Pero te acercas y tiene 60 y pico. Vas al Phoenix Park y dices "hostia, es enorme pero no es para tanto". Pero después miras en el mapa y lo que te pensabas que era el Phoenix Park no era ni la centésima parte de él. Entras a un bar y dices "que bar más enano". Pero caminas y ves que hay otra sala... y otra, y otra... y vuelves a decir "hostia, pues sí que es grande". Pero entonces ves que hay otro piso por abajo y por arriba y se te caen los cojones al suelo. Vas y miras la cartera y dices "uhm, con esto tengo para una borrachera y de sobras". Pero no.
-Que las dublinesas no tienen frío. ¿Cómo puede ser que la temperatura sea de tres grados y TODAS las dublinesas lleven minifalda? Pero mini, mini, eh? Increíble. Y lo contento que estaba yo que fueran así de gua... valientes.
-Que cualquier tópico que hayas podido oír de los irlandeses no es un tópico, es cierto. ¿Que son unos borrachos? Llamarles borrachos es quedarse corto. No es normal ver gente totalmente ebria a las dos del mediodía. No, no es nada normal.
-Que allí la cerveza es el símbolo nacional. El cubata prácticamente ni existe, todo Dios bebe cerveza. Si vas a una tienda de recuerdos, todo son referencias a la cerveza, sobretodo a la Guinness. La fiesta nacional trata de beber como un loco. Que la gente, tanto de 30 como de 50 o 60 años, salga a tomar unas cervezas después (o antes) de cenar es algo normal. De hecho, es algo diario.
-Que el Trinity College puede ser todo lo grande que quieras, pero dudo que los alumnos salgan mejor preparados de ahí que de la UB. ¡Viva la UB! De hecho, ¡viva la Barberán!
-Que los matemáticos en Dublín están literalmente discriminados y maltratados y viven todos prácticamente emparedados en un pequeño rellano de una triste escalera de incendios en una esquina del Hamilton's Building.
-Que eso de que hay que llevar la mitad del equipaje que tienes pensado llevar y el doble de dinero del que creas necesario es realmente cierto.
Y bueno, creo que eso es, en esencia, lo que he aprendido del viaje a Dublín. Y bueno, he disfrutado bastante, quedándome con ganas de repetir y estoy dandole vueltas a la posibilidad de ir este verano (ya que ese Camino de Santiago que tengo pendiente con alguien sé que no se hará nunca... ejem) unos meses a trabajar por ahí a ver que tal... ¿alguien se viene conmigo?
Saludos y besicos a todas las irlandesas (¡y castellonesas!) que quizá -muy quizá, de hecho- lean esto... y besicos también a los ingenieros y a los aeronáuticos. Campeones, que sois todos unos campeones.
PD: Company, et trobarem a faltar!
viernes, 8 de febrero de 2008
Violació
Yo soy Albert Pla. Las "tres dones i un gran home" son Termodinámica, Mecánica i Ones, Astronomia i Métodes I.
:( Mierda semestre.
PD: A Dios pongo por testigo que el semestre que viene la cosa cambiará. Mucho. Será La Llegada Del Elegido. En serio, ee.
Saludos!
martes, 5 de febrero de 2008
Teoría de cuerdas
El sinsentido de la realidad física
Hoy me he dado cuenta de varias cosas. Me he dado cuenta de que todas esas cosas que explican los físicos en las conferencias y en los libros de divulgación sobre el spin, superposiciones y demás majaderías del universo cuántico y no-tan-cuántico no son ni la mitad de la historia. Ahora entiendo porqué no entendía nada cuando me decían que el spín era tan raro o todas esas cosas de que el electrón está por aquí y por allá a la vez. Ahora he entendido que, cuando se encuentran dos físicos -de etiqueta, no pamplinas como yo- y se ponen a hablar, no hablan de spins ni de momentos ni siquiera de partículas. Ellos hablan de autofunciones, de espacios de Hilbert, de operadores hermíticos, de renormalicación, de álgebras y grupos de Lie...
Ahora entiendo porqué no entendía nada: me contaban el cuento de la caperucita sin la caperucita.
Y es más. Siguiendo lo que dice Feynman en su libro QED (Electrodinámica cuántica), la física es una ciencia experimental. Es decir, yo veo un fenómeno, propongo una teoría que me permita hacer predicciones sobre el fenómeno y pongo a prueba la teoría mediante experimetos. Si funciona, perfecto. Si no, teoría a la basura. Cabe decir que la teoría NO debe explicar el porqué suceden las cosas. Si un electrón le da por estar en dos sitios a la vez, pues que esté en dos sitios a la vez, qué más dará. Si lo fotones se comportan de una forma tan idiota para ir de A a B, o a un electrón le da por viajar atrás en el tiempo pues perfecto, mientras mi teoría sea confirmada experimentalmente. Es decir, no debería molestarnos que una teoría sera absurda o incluso estúpida si esta parece cuadrar con los experimentos y los fenómenos. ¡No debería molestarnos que la naturaleza se comporte de forma idiota!
Ejemplificando -¿me habré sacado esta palabra de la manga?-, la Electrodinámica Cuántica es suficientemente absurda como para desconfiar de ella y pensar que son majaderías propias de la mente de un enfermo. Pero lo molesto del asunto es que la QED es la teoría física más exacta de las que se han descubierto. Así pues, ¡debemos aceptar que la naturaleza sea así de absurda! Y además, gracias a aceptar a las tontas premisas de la QED después podemos explicar cosas tan dispares como porqué la luz viaja en línea recta, los colores que se forman en las charcas de aceite y demás. El 99% de las cosas que uno ve y siente están hechas de electrones y fotones... es normal, pues, que la QED tenga tanto impacto en tonterías de la vida cotidiana -y por ello la convierte en la "física de bar" por excelencia, con permiso de las relatividades-, además de reformular la física de partículas. Así pues, aceptando el sinsentido de la naturaleza encontramos sentido y simplificamos miles y miles de fenómenos.
Así pues, ¿dónde queda la realidad física? ¿Tiene la física algo que contarnos sobre la realidad? ¿Es la matemática la estructura sobre la que se apoya el universo para construir la realidad? ¿O bien la matemática solamente es la estructura sobre la que nos apoyamos para acercarnos asintóticamente a la realidad? ¿Tiene algún sentido preguntarse porqué la realidad cuántica es tan absurda?
Es pronto para responder a todo esto, aún estamos en el camino. Lo que sí es cierto es que la matemática tiene algo muy imporante que decir sobre el funcionamiento de la naturaleza, mucho más que el sentido común, la intuición y la experiencia. Desde ya, intentaré dejar de pensar en spins y demás para pensar en espacios de Hilbert y álgebras de Lie. Parece ser que abandonar la realidad es el precio que hay que pagar para entenderla.
Todo es muy extraño, sigo sin terminar de entender nada. Creo que me voy a dormir.
Ahora entiendo porqué no entendía nada: me contaban el cuento de la caperucita sin la caperucita.
Y es más. Siguiendo lo que dice Feynman en su libro QED (Electrodinámica cuántica), la física es una ciencia experimental. Es decir, yo veo un fenómeno, propongo una teoría que me permita hacer predicciones sobre el fenómeno y pongo a prueba la teoría mediante experimetos. Si funciona, perfecto. Si no, teoría a la basura. Cabe decir que la teoría NO debe explicar el porqué suceden las cosas. Si un electrón le da por estar en dos sitios a la vez, pues que esté en dos sitios a la vez, qué más dará. Si lo fotones se comportan de una forma tan idiota para ir de A a B, o a un electrón le da por viajar atrás en el tiempo pues perfecto, mientras mi teoría sea confirmada experimentalmente. Es decir, no debería molestarnos que una teoría sera absurda o incluso estúpida si esta parece cuadrar con los experimentos y los fenómenos. ¡No debería molestarnos que la naturaleza se comporte de forma idiota!
Ejemplificando -¿me habré sacado esta palabra de la manga?-, la Electrodinámica Cuántica es suficientemente absurda como para desconfiar de ella y pensar que son majaderías propias de la mente de un enfermo. Pero lo molesto del asunto es que la QED es la teoría física más exacta de las que se han descubierto. Así pues, ¡debemos aceptar que la naturaleza sea así de absurda! Y además, gracias a aceptar a las tontas premisas de la QED después podemos explicar cosas tan dispares como porqué la luz viaja en línea recta, los colores que se forman en las charcas de aceite y demás. El 99% de las cosas que uno ve y siente están hechas de electrones y fotones... es normal, pues, que la QED tenga tanto impacto en tonterías de la vida cotidiana -y por ello la convierte en la "física de bar" por excelencia, con permiso de las relatividades-, además de reformular la física de partículas. Así pues, aceptando el sinsentido de la naturaleza encontramos sentido y simplificamos miles y miles de fenómenos.
Así pues, ¿dónde queda la realidad física? ¿Tiene la física algo que contarnos sobre la realidad? ¿Es la matemática la estructura sobre la que se apoya el universo para construir la realidad? ¿O bien la matemática solamente es la estructura sobre la que nos apoyamos para acercarnos asintóticamente a la realidad? ¿Tiene algún sentido preguntarse porqué la realidad cuántica es tan absurda?
Es pronto para responder a todo esto, aún estamos en el camino. Lo que sí es cierto es que la matemática tiene algo muy imporante que decir sobre el funcionamiento de la naturaleza, mucho más que el sentido común, la intuición y la experiencia. Desde ya, intentaré dejar de pensar en spins y demás para pensar en espacios de Hilbert y álgebras de Lie. Parece ser que abandonar la realidad es el precio que hay que pagar para entenderla.
Todo es muy extraño, sigo sin terminar de entender nada. Creo que me voy a dormir.
domingo, 3 de febrero de 2008
¿Esquizofrenia musical?
No lo entiendo, puedo disfrutar con Bach o con Mozart como nadie, pero después se me enganchan idioteces como Lady Marmalade, Don't stop the music o la versión de Sweet Dreams de Nylon, el vídeo de arriba*. ¿Soy eskizo?
Que bajo está cayendo el blog poco a poco XD
Saludos.
*Atención a la estética cutre del vídeo. La ADORO.
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